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  • Estábamos arruinados como sólo los niños pueden estarlo. Teníamos los dedos de los pies teñidos de negro por llevar botas que no eran impermeables. Teníamos los lóbulos de las orejas infectados y anillos verdes en los dedos de joyería barata. Nadie tenía ni siquiera una tableta de chocolate.

    Heather O'Neill (2009). “Lullabies for Little Criminals: A Novel”, p.16, Harper Collins