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  • Los dioses deberían ser iridiscentes, como el arco iris en la tormenta. El hombre crea un Dios a su imagen y semejanza, y los dioses envejecen junto con los hombres que los crearon... Pero los dioses rugen eternamente, como el mar, con un sonido demasiado vasto para ser oído.

    D. H. Lawrence (1995). “The Plumed Serpent”, p.48, Wordsworth Editions