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  • La idea fatua de que una persona puede ser santa por sí misma niega a Dios el placer de salvar a los pecadores. Por lo tanto, Dios debe primero tomar el mazo de la Ley en Sus puños y aplastar a la bestia de la justicia propia y su cría de confianza en sí mismo, sabiduría propia y autoayuda. Cuando la conciencia ha sido completamente asustada por la Ley, da la bienvenida al Evangelio de la gracia con su mensaje de un Salvador que vino, no a quebrar la caña cascada ni a apagar el pábilo humeante, sino a anunciar buenas nuevas a los pobres, a sanar a los quebrantados de corazón y a conceder el perdón de los pecados a todos los cautivos.