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  • Lo primero que llama la atención de los versos de Timothy Murphys es la textura palpable de su línea, ese sonido de sentido practicado por ese otro poeta-agricultor estadounidense, Robert Frost. Y así como el oído de Murphy está entrenado en los ritmos del habla local y el epigrama clásico, su ojo se aferra a la imagen. Se trata de una visión sin engaños, a veces sombría, a menudo divertida, y nunca menos que meticulosamente elaborada.