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En primer lugar, la constitución debe asegurar una milicia genuina y protegerla contra una milicia selecta, disponiendo que la milicia se mantenga siempre bien organizada, armada y disciplinada, y que incluya, de acuerdo con el pasado y el uso general de los estados, a todos los hombres capaces de portar armas; y que se eviten todas las regulaciones que tiendan a volver inútil e indefensa a esta milicia general, mediante el establecimiento de cuerpos selectos de milicia, o cuerpos distintos de militares, que no tengan intereses y vínculos permanentes en la comunidad.