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Tu posición nunca te da derecho a mandar. Sólo te impone el deber de vivir tu vida de tal manera que los demás puedan recibir tus órdenes sin sentirse humillados.
Tu posición nunca te da derecho a mandar. Sólo te impone el deber de vivir tu vida de tal manera que los demás puedan recibir tus órdenes sin sentirse humillados.