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  • Un tizón había caído sobre los árboles y los arbustos; y el viento, que por fin empezaba a romper la antinatural quietud que había prevalecido todo el día, suspiraba pesadamente de vez en cuando, como presagiando con dolor los estragos de la tormenta que se avecinaba. El murciélago planeaba en fantásticos vuelos a través del pesado aire, y el suelo estaba lleno de seres rastreros, cuyo instinto los llevaba a hincharse y engordar bajo la lluvia.

    Charles Dickens (1870). "Novelas", p.38