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  • Ahora no recuerdo formas ni rostros, pero sé que la muchacha era hermosa. Sé que lo era, porque en las brillantes noches de luna, cuando despierto de mi sueño y todo está en silencio a mi alrededor, veo, de pie, quieta e inmóvil en un rincón de esta celda, una figura delgada y consumida, con largos cabellos negros que le caen por la espalda y se agitan sin viento terrenal, y unos ojos que fijan su mirada en mí y nunca parpadean ni se cierran.

    Charles Dickens (2017). "Los papeles Pickwick", p.202, BookRix.