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  • Así pues, el Sr. Chadband -de quien los perseguidores dicen que no es de extrañar que continúe durante tanto tiempo profiriendo tan abominables tonterías, sino que más bien lo sorprendente es que las abandone alguna vez, habiendo tenido la osadía de empezar- se retira a la vida privada hasta que invierte un pequeño capital de cena en el comercio del petróleo.

    Charles Dickens (1870). “Novels”, p.161