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El Sr. Tulkinghorn, sentado en la penumbra junto a la ventana abierta, disfruta de su vino. Como si le susurrara sus cincuenta años de silencio y reclusión, le encierra aún más. Más impenetrable que nunca, se sienta, y bebe, y se apacigua como en secreto, reflexionando a esa hora crepuscular sobre todos los misterios que conoce.