Si esta noche pudieras decir con verdad a tu corazón solitario: "No me he ganado el amor ni el afecto, ni la gratitud ni el respeto de ninguna criatura humana; no me he ganado un lugar tierno en ninguna consideración; no he hecho nada bueno ni útil por lo que ser recordado", tus setenta y ocho años serían setenta y ocho pesadas maldiciones, ¿no es así?