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Este buen joven tenía toda la inclinación para ser un derrochador de la primera agua, y sólo le faltaba el único buen rasgo en el catálogo común de los vicios libertinos -la franqueza- para ser un vagabundo notable. Pero allí se interpusieron sus hábitos de penuria y de aflicción; y como un veneno a veces neutraliza a otro, cuando los remedios saludables no sirven, así él fue refrenado por una mala pasión de beber toda su medida de maldad, cuando la virtud podría haber tratado de contenerlo en vano.