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He descubierto que cuando calculo lo que nadie ha calculado antes, como mis sesiones de observación en la montaña, mi agudeza mental alcanza su punto máximo. Irónicamente, estos son los momentos en los que suspendería la prueba de realidad normalmente reservada a enfermos mentales y boxeadores aturdidos: ¿Cómo te llamas? ¿Qué día es hoy? ¿Quién es el presidente de Estados Unidos? No lo sé, y no me importa. Estoy en paz con mis ecuaciones mientras conecto con los motores cósmicos que impulsan nuestro universo.