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  • Sólo el gran dolor -ese dolor lento y sostenido que se toma su tiempo, en el que, por así decirlo, nos quemamos con leña verde humeante- nos obliga a los filósofos a hundirnos en nuestra máxima profundidad y a acabar con toda la confianza, todo lo bondadoso, lo que impone un velo, lo suave y lo mediocre, en lo que podamos haber basado previamente nuestra humanidad. Dudo que ese dolor nos haga "mejores", pero sé que nos hace más profundos.