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  • Mi madre no podía considerarse indulgente por mucho que ejerciera ágilmente una imaginación melancólica. Generosa era; indulgente, nunca. Amable, sí; permisiva, nunca. En su mundo, la gente que ella aceptaba remaba sus propias canoas, tiraba de su propio peso, arrimaba el hombro y empujaba como un demonio.