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  • Los tabúes que he mencionado son extraordinariamente duros y numerosos. Se levantan en torno a casi todos los temas que son genuinamente importantes para el hombre: obstaculizan la libre opinión y la experimentación por todas partes. Consideremos, por ejemplo, la cuestión de la religión. Se debate libre y furiosamente en casi todos los países del mundo, salvo en Estados Unidos, pero aquí se silencia a la crítica. El resultado es que todas las religiones están igualmente protegidas contra la crítica, y que todas ellas pierden vitalidad. Protegemos el statu quo, y así hacemos una guerra constante contra la revisión y la mejora.