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El mundo me seducía y en un momento de descuido escuché su voz de sirena. A partir de ese momento me pareció perder el interés por las cosas celestiales. Los amigos razonaron conmigo y me hablaron del peligro que corría. Sentí mi peligro y me alarmé, pero había ido demasiado lejos para volver y desde entonces mi corazón se ha ido endureciendo.