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La verdadera fe de un hombre nunca está contenida en su credo, ni su credo es un artículo de su fe. Este último nunca se adopta. Esto es lo que le permite sonreír siempre, y vivir tan valientemente como lo hace. Y, sin embargo, se aferra ansiosamente a su credo, como a una paja, pensando que eso le hace un buen servicio porque su ancla de sábana no arrastra.