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El interés de un hombre por el mundo es sólo el desbordamiento de su interés por sí mismo. Cuando eres niño, tu vasija aún no está llena, por lo que sólo te interesan tus propios asuntos. Cuando creces, tu vasija rebosa; y eres un político, un filósofo, o un explorador y aventurero. En la vejez, la vasija se seca: no hay desbordamiento: vuelves a ser un niño.