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En Nueva Inglaterra pensaban que los mirlos eran inútiles y perjudiciales para el maíz. Se esforzaron por destruirlos. La consecuencia fue que los mirlos disminuyeron, pero una especie de gusano que devoraba la hierba, y de la que solían alimentarse los mirlos, aumentó prodigiosamente; entonces, viendo que su pérdida en hierba era mucho mayor que lo que habían ahorrado en maíz, desearon de nuevo sus mirlos.