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Vivimos en un mundo gobernado por ficciones de todo tipo: la comercialización masiva, la publicidad, la política llevada a cabo como una rama de la publicidad, la traducción instantánea de la ciencia y la tecnología en imágenes populares, la creciente difuminación y mezcla de identidades en el ámbito de los bienes de consumo, la anulación de cualquier respuesta imaginativa libre u original a la experiencia por la pantalla de televisión. Vivimos dentro de una enorme novela.