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Mirad la belleza, y veréis que se compra por el peso; lo cual obra un milagro en la Naturaleza, haciéndolas más ligeras las que más lo llevan: así son esos crujientes y serpenteantes mechones dorados que hacen tan desenfrenados jugueteos con el viento sobre la supuesta equidad, a menudo conocidos por ser la dote de una segunda cabeza, el cráneo que los engendró en el sepulcro.