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Los griegos, por sus leyes, y los romanos, por el espíritu de su pueblo, se cuidaron de no poner en manos de sus gobernantes ningún motor de opresión como un ejército permanente. Su sistema consistía en hacer de cada hombre un soldado, y obligarle a acudir al estandarte de su país siempre que se levantara. Esto los hizo invencibles, y el mismo remedio nos hará invencibles a nosotros.