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Confieso cándidamente que siempre he considerado a Cuba como la adición más interesante que jamás podría hacerse a nuestro sistema de Estados. El control que, con Florida, esta isla nos daría sobre el Golfo de México, y los países e istmos que lo bordean, así como sobre todos aquellos cuyas aguas desembocan en él, colmaría la medida de nuestro bienestar político.