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  • Yo era una defensora a ultranza del chupete. Al igual que la mayoría de mis amigos. Sin que nuestras madres lo supieran, poseíamos treinta o cuarenta de esos pequeños chupetes que se colocaban estratégicamente por toda la casa para poder acallar un llanto en menos de treinta segundos. Aunque los biberones se hervían, las habitaciones se desinfectaban y los gérmenes se combatían uno a uno, a nadie parecía importarle dónde había estado el chupete.

    Erma Bombeck (2013). “Motherhood: The Second Oldest Profession”, p.38, Open Road Media