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  • Lo mejor de los Sassy Seats es que las abuelas no se explican cómo funcionan y temen constantemente que el niño se caiga. Esto hace que a menudo se olviden de comentar otros aspectos del desarrollo del niño, como por qué todavía no habla o sigue llevando pañales. Algunas abuelas se pasarán toda una comida mirando por debajo de la mesa y diciendo: "¿Eso está firme?", en lugar de: "¿Te ha mirado un médico esa mano izquierda?

    Anna Quindlen (2010). “Living Out Loud”, p.115, Ballantine Books