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  • La religión del arte, como la religión de la política, nació de las ruinas del cristianismo. El arte heredó de la antigua religión el poder de consagrar las cosas y dotarlas de una especie de eternidad; los museos son nuestros templos, y los objetos expuestos en ellos están más allá de la historia. La política -o más exactamente, la Revolución- cooptó la otra función de la religión: cambiar al ser humano y a la sociedad. El arte era una ascesis, un heroísmo espiritual; la Revolución era la construcción de una iglesia universal.

    Octavio Paz (1987). “1904-1912”, San Diego : Harcourt Brace Jovanovich