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El teatro es un negocio desconcertante y un despilfarro escandaloso si se tiene en cuenta que personas que han demostrado su valía, que han actuado o han sido responsables de obras de éxito, que han ofrecido representaciones sobresalientes, pueden verse obligadas, en plena efervescencia de su energía, a permanecer inactivas temporada tras temporada por falta de oportunidades, y su entusiasmo, su moral y su propio talento se reducen a una muerte lenta y gris. Ni siquiera hablaremos de finanzas; es una historia demasiado triste.