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  • Cuando de repente despertamos a la comprensión de que no hay barrera, y nunca la ha habido, uno se da cuenta de que uno es todas las cosas montañas, ríos, hierbas, árboles, sol, luna, estrellas, universo son todos uno mismo. Ya no hay división o barrera entre yo y los demás, ya no hay sentimiento de alienación o miedo, no hay nada aparte de uno mismo y por lo tanto nada que temer. Darse cuenta de esto da lugar a la verdadera compasión. Las demás personas y cosas no se ven como algo aparte de uno mismo sino, por el contrario, como su propio cuerpo.