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  • Oh, da a nuestras almas asustadas la salvación segura para la que, oh Señor, nos enseñaste a prepararnos. Y cuando este cáliz que Tú das esté lleno hasta rebosar de amargos sufrimientos, difíciles de comprender, lo tomamos agradecidos y sin temblar, de tan buena y tan amada mano. Pero cuando de nuevo en este mismo mundo nos des la alegría que tuvimos, el resplandor de Tu Sol, recordaremos todos los días vividos, y toda nuestra vida será entonces sólo Tuya.