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Los laicistas decididos consideran que se trata de incoherencias residuales que aún no han llegado a extirpar y por las que quizá no merezca la pena preocuparse... Desde la perspectiva laicista, es posible que las batallas esenciales se hayan ganado y que un exceso de celo a la hora de presionar para que se lleve a cabo una operación de limpieza final sólo sirva para excitar aún más la hostilidad pública.