En el verano siguiente al jardín de infancia, un amigo me introdujo en el placer de construir maquetas de plástico de aviones y barcos de guerra. En cuarto, me pasé al juego de construcción y pasé muchas horas construyendo artefactos de propósito desconocido en los que el principal criterio de diseño era maximizar el número de piezas móviles y el tamaño total. La alfombra del salón se llenaba a menudo de cientos de "vigas" metálicas y pequeñas tuercas y tornillos que rodeaban estructuras a medio terminar. Una madre comprensiva me permitía seguir con los proyectos durante días enteros.