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A pesar de sus evidentes diferencias, el arte folclórico y el arte popular tienen mucho en común: son fáciles de entender, son románticos, patrióticos, convencionalmente morales, y gozan del profundo afecto de quienes desconfían de las grandes artes. Los artistas populares pueden ser serios, como Frederick Remington, o triviales, como Charles Dana Gibson; pueden ser hombres de genio como Chaplin u hombres de talento como Harold Lloyd; pueden ser tan uni versales como Dickens o tan parroquiales como E.P. Roe; una cosa común a todos ellos es el poder de comunicarse directamente con todo el mundo.