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Las débiles protestas que marcan la entrada de cada novela, las solemnes declaraciones de que cualquier parecido con personas reales vivas o muertas es pura coincidencia, son siempre fraudulentas. Un escritor no tiene otro material para hacer su gente que la gente de su experiencia ... Lo único que puede hacer el escritor es recombinar partes, suprimir algunas características y enfatizar otras, poner a dos o tres personas en un personaje de ficción y rezar para que los prototipos de la vida real no le demanden.