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Aterrorizados de estar solos, pero temerosos de la intimidad, experimentamos sentimientos generalizados de vacío, de desconexión, de irrealidad del yo. Y aquí el ordenador, un compañero sin exigencias emocionales, ofrece un compromiso. Puedes ser un solitario, pero nunca estar solo. Puedes interactuar, pero nunca sentirte vulnerable ante otra persona.