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Nos hemos sometido cada vez más al dominio de la mecánica y hemos sacrificado la humanidad viva al ritmo muerto de la máquina sin que la mayoría de nosotros seamos siquiera conscientes de la monstruosidad del procedimiento. De ahí que a menudo tratemos estos asuntos con indiferencia y a sangre fría, como si manejáramos cosas muertas y no los destinos de los hombres.