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El dilema humano tiene dos partes. Una es la creencia de que el fin justifica los medios. Esa filosofía del botón, esa sordera deliberada ante el sufrimiento, se ha convertido en el monstruo de la maquinaria bélica. La otra es la traición al espíritu humano: la afirmación de un dogma que cierra la mente y convierte a una nación, a una civilización, en un regimiento de fantasmas: fantasmas obedientes o fantasmas torturados.