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El Dios de los cristianos es un Dios de amor y de consuelo, un Dios que llena el alma y el corazón de aquellos a quienes posee, un Dios que les hace conscientes de su miseria interior, y de su infinita misericordia; que se une a lo más íntimo de su alma, que la llena de humildad y de alegría, de confianza y de amor, que los hace incapaces de otro fin que no sea Él mismo.