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  • Sobreestimamos la conciencia de nuestro amigo. Su bondad parece mejor que la nuestra, su naturaleza más fina, sus tentaciones menores. Todo lo que es suyo -su nombre, su forma, su vestido, sus libros y sus instrumentos- se realza. Nuestro propio pensamiento suena nuevo y más grande de su boca.

    Ralph Waldo Emerson (1851). “Essays, lectures and orations”, p.90