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El ladrón se roba a sí mismo. El estafador se estafa a sí mismo. Pues el verdadero precio es el conocimiento y la virtud, de los que la riqueza y el crédito son signos. Estos signos, como el papel moneda, pueden ser falsificados o robados, pero aquello que representan, es decir, el conocimiento y la virtud, no puede ser falsificado o robado.