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Ojalá fuéramos, amada mía, pájaros blancos sobre la espuma del mar.
Nos cansamos de la llama del meteoro, antes de que pueda desvanecerse y huir;
Y la llama de la estrella azul del crepúsculo, colgada en el borde del cielo,
ha despertado en nuestros corazones, amada mía, una tristeza que no puede morir.