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Es, en ambos casos, que una vida espiritual ha sido impartida a la naturaleza; que el sólido bloque aparente de materia ha sido impregnado y disuelto por un pensamiento; que este débil ser humano ha penetrado las vastas masas de la naturaleza con un alma informadora, y se ha reconocido en su armonía, es decir, se ha apoderado de su ley. En física, cuando esto se logra, la memoria se despoja de sus engorrosos catálogos de detalles, y transporta siglos de observación en una sola fórmula.