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  • Recuerdo muy bien mi horror cuando oí hablar por primera vez de un periodista que se había puesto unos pantalones que entonces se llamaban de ciclista y se había aficionado al golf; era como si me hubiera encontrado con un semental con el pelo encrespado y moños rosas asomando por ellos. Parecía, de algún modo, ignominioso, e incluso un poco descortés.