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  • Cuando el gran Kepler bad descubrió por fin las leyes armónicas que regulan los movimientos de los cuerpos celestes, exclamó: "Si mis descubrimientos serán leídos por la posteridad o por mis contemporáneos es una cuestión que les concierne más a ellos que a mí. Bien puedo contentarme con esperar un siglo a un lector, cuando Dios mismo, durante tantos mil años, ha esperado a un observador como yo.