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El recibo para hacer un orador, y uno aplaudido también, es corto y fácil. Basta con tomar el sentido común; añadir un poco de aplicación a las reglas y órdenes de la Cámara [de los Comunes], arrojar pensamientos obvios bajo una nueva luz, y completar el conjunto con una gran cantidad de pureza, corrección y elegancia de estilo. Demos por sentado que, con mucho, la mayor parte de la humanidad ni analiza ni busca hasta el fondo; son incapaces de penetrar más profundamente que la superficie.