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No me atrevo a advertirle contra la bebida, porque estoy convencido de que escribo a una criatura racional, a un caballero, y no a un cerdo. Sin embargo, para que no se vea arrastrado insensiblemente a esa costumbre bestial de beber y beber a sorbos, incluso sobrios, como lo llaman los cerdos, le aconsejo que no vaya a ningún club.