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Cuando miro la cruz, aprendo a decir: 'El Hijo de Dios me amó, y se entregó a sí mismo por mí' (Gálatas 2:20). Empiezo a creer con Pablo que si Dios no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la cruz por mí, entonces me ama tanto que siempre me dará sólo lo que me traerá bendición (Romanos 8:32).