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Las máquinas no tienen opiniones políticas, pero tienen profundos efectos políticos. Exigen una estricta regimentación del tiempo y, al abolir la necesidad de habilidad manual, han transformado a la mayoría de la población de trabajadores en obreros. Es decir, cada vez hay menos trabajos en los que un hombre pueda encontrar el orgullo y la satisfacción de hacerlos bien, y cada vez hay más que carecen de interés en sí mismos y sólo pueden valorarse por el dinero que proporcionan.