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Cuando contrasto al Jesús amoroso, que abarca todas las cosas en su amplia y tierna caridad, con aquellos que profesan llevar su nombre, marcando su celo por lo que no aman, me parece como si los hombres, como las brujas de antaño, hubieran leído la Biblia al revés, y hubieran sacado de ella conjuros para el mal, en lugar de inspiración para el bien.