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A veces forjamos nuestros propios principios y otras aceptamos los de otros, o paquetes holísticos de principios, como la religión y los sistemas jurídicos. Aunque no es necesariamente malo utilizar los principios de otros -es difícil inventar los propios, y a menudo se ha invertido mucha sabiduría en los ya creados-, adoptar principios preempaquetados sin pensarlo mucho te expone al riesgo de incoherencia con tus verdaderos valores.